
La polémica que sigue sacudiendo al gobierno local de Torreón no ha encontrado resolución, y lo único claro es que la estrategia de comunicación entre «el secretario en trámite del Ayuntamiento», Pepé Ganem, y Yohan Uribe, #LordFragmentado, ha sido tan desastrosa como la violencia que se les imputa.
La riña ocurrida fuera de la cantina «fifi» Reyes, cerca de la casa del matrimonio Ganem-Rodríguez, donde se acusa al secretario de involucrarse en la agresión contra jóvenes, sigue en el centro de una tormenta mediática alimentada por videos en redes sociales y la respuesta inadecuada de las autoridades.
Conforme las imágenes se difunden, se percibe un intento del gobierno municipal por manipular la narrativa, editando versiones de los videos para suavizar el impacto de los testimonios originales. En uno de ellos, se identifica al agresor de una de las jóvenes; en otro, en contubernio con el establecimiento, se presenta una cronología editada de los hechos, omitiendo el momento en que se observa la silueta de Ganem separando bruscamente al joven señalado como agresor. Este intento de distorsión no solo carece de transparencia, sino que refleja un patrón peligroso de manipulación de la opinión pública.
Desde el principio, Ganem afirmó estar dispuesto a aclarar los hechos, pero su supuesta transparencia se contradice con la estrategia de su equipo: en lugar de enfocarse en la protección de las víctimas y la reparación del daño, intentan desplazar la narrativa hacia la victimización de Pepé.
La revictimización de los jóvenes agredidos es una táctica peligrosa. Al poner en duda la veracidad de sus testimonios, el caso deja de ser una denuncia legítima de violencia para convertirse en una confrontación ideológica. Como lo señaló el diputado morenista Antonio Attolini, Ganem y Román Cepeda coinciden en que este conflicto se ha politizado. En vez de abordar los hechos con seriedad, el asunto se ha convertido en un campo de batalla político.
Era de esperarse que el alcalde Román Cepeda respaldara a su secretario, minimizando la gravedad del asunto. Su postura, sumada a la falta de un análisis profundo sobre la violencia contra las mujeres, demuestra la incapacidad del gobierno local para enfrentar la situación con la seriedad que requiere.
Lo más alarmante es la exclusión de las mujeres involucradas. No solo fueron víctimas de agresiones físicas, sino que también han sido desplazadas de la conversación pública.
La respuesta de figuras políticas como el senador Luis Fernando Salazar no se hizo esperar. Tan rijoso como Ganem, subió al ring para exigir la destitución del secretario, acusando al gobierno local de manipular la información. Este tipo de prácticas no solo siembran desconfianza en las instituciones, sino que evidencian la falta de empatía hacia las víctimas, quienes han quedado relegadas a un segundo plano en esta guerra de narrativas.
Más allá del mal manejo de crisis que deja en evidencia la deficiente comunicación del ayuntamiento, la situación expone el verdadero temperamento de José Ganem. Quien se había mantenido «tranquilo» ahora deja ver su propensión a la polémica. Tan fácil hubiera sido destituir desde el segundo día al director de Inspección y Verificación, Pablo FernándezLlamas, quien prefiere asistir a bodas con Belanova en lugar de inspeccionar bares, cantinas y canchas de fútbol que se han convertido en campos de batalla. O incluso al propio Uribe, quien tiene una denuncia pública por acoso contra mujeres.
En todo caso, los funcionarios acusados deberían demostrar un poco de humildad y separarse de sus cargos mientras se realizan las investigaciones pertinentes.
Por cierto, señor alcalde, ¿usted no le cree a las víctimas de la ciudad que dice gobernar?