
¿Salvar el planeta o salvar la caja chica? Esa es la pregunta que ronda en las calles, redes sociales y entre los automovilistas que hoy deben sacar cita, dinero y paciencia para cumplir con la verificación vehicular obligatoria. Pero esta cruzada ecológica, impulsada por el gobierno de Román Cepeda, huele menos a conciencia ambiental y más a estrategia recaudatoria con esteroides.Esa es la pregunta que ronda en las calles, redes sociales y entre los automovilistas que hoy deben sacar cita, dinero y paciencia para cumplir con la verificación vehicular obligatoria. Pero esta cruzada ecológica, impulsada por el gobierno de Román Cepeda, huele menos a conciencia ambiental y más a estrategia recaudatoria con esteroides.
Como si se tratara de una red de cobradores de tienda departamental, los operativos se han desplegado por todos lados: camiones de carga en el Periférico, autos sin verificación y hasta ciudadanos que riegan su banqueta. La consigna es clara: “el que no coopera, se multa”.
Y aunque el discurso oficial clama que es “por el bien del medio ambiente”, la ciudadanía no es ingenua. En redes, la molestia es unánime:
— ¿Y cuándo le van a hacer la verificación a Peñoles, Cemex, las fundiciones y el transporte público?
Buena pregunta. Porque mientras multan al señor que riega con manguera sin pistola, las chimeneas industriales siguen escupiendo monóxido como dragones en quincena.
Torreón siempre puede más… para multarte, no para limpiarte los pulmones.
Marcelo Sánchez, el eterno comodín verde del municipio, reaparece ahora como líder de Medio Ambiente. Sí, el mismo que desempolvan cuando hay elecciones internas del PRI. Ese que dejó votar a una ola de “jóvenes ejidatarios” que más bien parecían influencers de pasarela.
La coherencia ambiental, pues, quedó sepultada junto con las urnas internas.
Hasta el momento, no existe un solo diagnóstico público serio sobre las verdaderas fuentes de contaminación. No hay estudio, no hay transparencia, pero sí hay prisa por sancionar. Se habla incluso de restaurantes en zonas como Viñedos que contaminan con monóxido… pero siguen operando como si nada. Eso sí, a los ciudadanos comunes ya los preparan para abrir la cartera.
Lo más cínico del asunto: el transporte público —ese circo ambulante de humo negro, llantas lisas y carrocerías tambaleantes— ni siquiera fue tocado.
¿Ya vio usted las nubes que sueltan los camiones urbanos? ¿O los taxis que se desarman por las calles como si fueran migajas mecánicas de Hansel y Gretel?
Y ahí no para. Los agentes de Vialidad, ahora sin armas (que aún no llegan), serán temidos por su libreta de multas. ¿La víctima? Todo aquel que ose circular con carga pesada en horarios restringidos. Una herencia del colapso del puente Villaflorida que, desde tiempos de Peña Nieto, ya sugería que el tráfico pesado debía migrar al segundo periférico… claro, si hubiera voluntad.
También se suma SIMAS, con una noble causa: multar a quienes desperdicien agua. Aplausos. Pero…
¿y las grandes empresas?
¿y los sistemas de riego municipales que se activan en plena lluvia?
Porque aquí, como en cualquier gobierno que se respeta, el peso de la ley no cae sobre el más contaminante, sino sobre el más fregado.
Torreón siempre puede más… pero para multarte.