Del Pan Francés al Mitote: cultura para colgarse

En Torreón, los festivales y eventos culturales se han vuelto más útiles para las selfies que para la sociedad.
El Festival del Pan Francés de esta semana fue el ensayo general: una pasarela de funcionarios advenedizos, cámaras oficiales y hashtags reciclados.
Y también esta semana se anunció a lo grande el Mitote Cultural, una cartelera que se promociona como “la fiesta de todos”, pero que en realidad es la misma vitrina donde se cuelgan los de siempre… y beneficia a las castas.

Porque aquí, los festivales no unen: sirven para colgarse.
El arte se volvió pretexto para posar; los escenarios, vitrinas políticas; y las invitaciones, una moneda de estatus.
Mientras tanto, los verdaderos artistas laguneros siguen en lo mismo: sin apoyo, sin presupuesto y sin espacios reales.

El “Mitote” promete unir, pero es otro escaparate social, como ocurrió con el Festival del Pan Francés, donde el municipio se colgó del esfuerzo de los panaderos de la CANAIMPA Torreón, quienes realmente organizaron, gestionaron y hasta convencieron a los loncheros para bajar el precio de los lonches mixtos —con todo y aguacate—.
El Ayuntamiento, por su parte, se escudó diciendo que “no había presupuesto ni para las bicicletas de los sorteos”… solo para hacerla de jueces, comer gratis y acaparar micrófonos.

Su estrenado director de Turismo, Memo “Pinabete” Martínez, volvió a colgarse la medalla —como en la Discada Guinness—, mientras Luis Cuerda, que ya huele a campaña rumbo a una diputación local, se mostró “muy cercano al pueblo”… aunque el verdadero trabajo lo hicieron los demás.

En México, “mitote” es sinónimo de fiesta, ruido y desorden. Pero en Torreón, para los consejeros de cultura, significa algo muy distinto: eventos con ópera, tacones y vino blanco en espacios controlados, donde la cultura se “democratiza” a través de boletos caros y discursos sobre altruismo.

Según ellos, el arte se comparte… siempre que se cobre entrada.Y la “inclusión” se practica con límite de aforo.
Todo, claro, “por los pobres”, aunque los pobres solo sean espectadores del donativo.

El Festival El Mitote ha sido una dura tarea para el director de Cultura, Méndez Vigatá, obligado a hacer malabares para mantener contentas a las damas de la alta cultura lagunera: un grupo que solo sirve para gastar presupuesto y alimentar su eterna competencia por brillar más que las demás.
Compiten por preseas, amistades, menciones honoríficas y hasta por cuántos libros tienen en sus bibliotecas personales.


Este martes, Antonio Méndez Vigatá regresó de Cancún, lugar de residencia de Doña Lucrecia Santibáñez, acreedora de la Paca de Oro 2023, y con nuevas instrucciones de su mandamás, Luisa Villegas Camil “La Señora del Siglo”, vocal del Consejo Municipal de Cultura, ,recientemente galardonada con la Medalla Magdalena Mondragón 2025.
Un premio, por cierto, más que cuestionado: fue propuesto por su fiel escudero, el director de Comunicación Social, Yohan Uribe #LordFragmentado, exdirector editorial de El Defensor de la Comunidad.

El mérito cultural detrás del reconocimiento fue, básicamente, la habilidad para quedar bien con quienes “bajan” recursos empresariales y contratan agencias que traen artistas internacionales.

El Mitote también sirve para cumplir con las tareas sociales del patronato del Ballet de Monterrey, del cual forma parte la distinguida dama que ahora presume traerlo a Torreón.
Eso sí: al Teatro Isauro Martínez, no a la Plaza Mayor, ni a la Línea Verde, ni a La Jabonera.
Los boletos cuestan hasta $1,800 pesos, supuestamente a beneficio del DIF Municipal, casi el equivalente a una semana completa del salario mínimo.

Mientras tanto, la soprano Nadine Sierra, de talla internacional, regresa a Coahuila con entradas de $1,500 pesos.
¿No sería más útil que ese dinero empresarial se destinara, de una vez por todas, a inaugurar el Centro Cultural del Norte, esa promesa eterna que Méndez Vigatá lleva cuatro años postergando? A este paso, será el nuevo MetroBús lagunero: siempre en construcción, siempre “a punto de arrancar”.

A Lucrecia Santibáñez también le tocó tarea: organizar el homenaje al maestro Ramón Shade, exdirector de la Camerata de Coahuila, “jubilado” el año pasado tras tres décadas de formar público en La Laguna.
Ahora buscan sanar heridas con un nuevo director joven —talentoso, sí— pero sin la trayectoria académica del maestro.
La cultura local también sufre el síndrome del modelo más reciente: cambiar legado por novedad.

El Festival del Mitote sí ha generado ruido, pero más por descontento que por arte.
Su programación satisface los caprichos personales de algunas damas laguneras, mientras el resto de los creadores locales sigue esperando una oportunidad real.

Una verdadera “democratización cultural” no se hace en un teatro con vino tinto, sino en las donde vive la gente a la que tanto dicen representar.

Porque si la cultura se encierra, deja de ser cultura.
Y el Mitote de la Alta Sociedad se queda solo en eso: ruido de copas… y fotos en sociales.

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