
El precio del orden, Torreón presume cifras; Gómez cuenta balas

En un país donde seis de cada diez mexicanos se sienten inseguros en su ciudad, Torreón fue blindado.
Pero no por su propio gobierno.
La más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU) del INEGI confirma una tendencia que ya se veía venir: mientras La Laguna en conjunto empeoró su percepción en 6.3 puntos (48.8%), Torreón rompió su mala racha y logró que sólo 43.4% de sus habitantes se sientan inseguros.
Un avance mínimo, pero suficiente para subir cinco lugares en el ranking nacional —hasta el puesto 16— y marcar un regreso a la estabilidad… bajo supervisión estatal.
La mejora no fue espontánea. En abril, el Consejo Cívico de Instituciones (CCI) advertía que la percepción de seguridad en Torreón se había desplomado más de 30% en cuestión de meses. El descenso coincidió con el escándalo del caso Nueva Mieleras, donde un ciudadano murió bajo custodia municipal. El hecho le costó el cargo al entonces jefe policiaco César Perales y desató una crisis política que evidenció descoordinación interna y desgaste público.
Fue entonces cuando Saltillo decidió intervenir. En mayo, desde la capital, se designó como mando operativo a Alfredo “El influencer” Flores, hombre cercano al fiscal de Coahuila, Federico Fernández Montañez. Meses más tarde se incorporó Martha Faz como nueva titular de Vialidad y Tránsito, considerada el verdadero eslabón entre Torreón y la Fiscalía.
Y recientemente, el arribo de Eduardo Olmos Castro a la Secretaría del Ayuntamiento terminó por cerrar el círculo político.
Al estilo de Rubén Moreira , disculpen la comparación, el mensaje fue tan claro como su célebre frase:
“De la seguridad me encargo yo.”
Y así fue. La seguridad en Torreón pasó a manos del Estado. Y con ello, comenzó a verse el ajuste en los números.
El pasado 4 de octubre, sujetos armados atacaron a policías en el filtro del Parque Industrial de Gómez Palacio, a metros del puente Solidaridad que une ambas ciudades.
El ataque no dejó heridos, pero sí un mensaje contundente:
la violencia estaba tocando la puerta de Coahuila.
Tras el atentado, la reacción fue inmediata.
Torreón blindó sus accesos.
El alcalde Román Alberto Cepeda González defendió la medida con orgullo:
“Al final del día, los hechos no han estado de este lado sino de aquel… nosotros continuamos firmes en la estrategia; las buenas ideas han funcionado y se reflejan en números.”
Del otro lado del río, el gobernador Esteban Villegas Villarreal calificó los cierres como “imprudentes”.
Y aunque ambos comparten afiliación priista, el mensaje fue más político que técnico:
Coahuila impone orden; Durango reacciona.
Del lado duranguense, los datos son demoledores: Gómez Palacio supera el 63% de percepción de inseguridad, Lerdo ronda el 57%, y Durango capital retrocedió al 49.6%, cayendo 16 lugares en el ranking nacional. Mientras tanto, Torreón, con su 43.4% (↓0.9), escaló posiciones y consolidó una narrativa: la del “modelo coahuilense de seguridad”, jerárquico, disciplinado y político.
El bloque formado por Federico Fernández Montañez, Alfredo “El influencer” Flores, Martha Faz y Eduardo Olmos Castro combina técnica operativa con control político.
En contraste, Gómez Palacio, gobernado por la morenista Betzabé Martínez Arango, vive otra historia: extorsiones heredadas, ataques y una creciente sensación de vulnerabilidad que fracturan la coordinación metropolitana y exhiben los límites del proyecto morenista en seguridad.
La falta de estructura, la desconfianza entre corporaciones y la fragilidad institucional de Durango alimentan la percepción de caos que Coahuila ahora usa como contraste político.
Mientras los discursos intentan maquillar la fractura regional, los hechos la exhiben con claridad. Villegas confronta; Cepeda se defiende.
Uno señala “excesos”; el otro presume resultados. Lo cierto es que la seguridad en La Laguna dejó de ser compartida:
ahora se impone desde Saltillo en la mitad coahuilense del mapa.
Y si los números de Torreón hoy se estabilizan, no es por mérito local, sino por un mando que aprendió —a la fuerza— que la seguridad no se delega, se controla.
🎯 Shoot extra: las campañas que empiezan con sellos

En política no hay casualidades, sólo tiempos… y conveniencias.
Mientras una pareja de políticos calentaba motores rumbo a la elección de candidatos en Torreón, un operativo “de rutina” terminó con la clausura del Colegio Farfalla Montessori, por órdenes de ellos, ubicado en Paseo del Venado 236, fraccionamiento Viñedos.
Los argumentos fueron administrativos: falta de plan de Protección Civil-Contingencia y tarjetas de salud.
Sin embargo, ambos documentos —según consta en los folios Prev Invit 00714 y Acta de Clausura 01314— estaban en regla.
Más que una medida preventiva, la clausura pareció una advertencia política.
En el aire quedó el rumor de viejas lealtades rotas: una maestra que trabajó con ellos, un cambio de bando y un ajuste de cuentas con uniforme institucional.
Así funcionan las campañas cuando todavía no empiezan… pero ya huelen a guerra.
Porque en Torreón —como en la política— las batallas no siempre se libran en las urnas,
sino en los oficios con membrete.
Y cada sello de clausura es, muchas veces, un mensaje con destinatario.
