Corredor Matamoros: Un tramo de  concreto y corrupción

En Torreón, la fascinación por llenar la ciudad de planchas de concreto es prácticamente una tradición, sin importar quién esté en la silla municipal o el color del partido. Desde la explanada ardiente de la Plaza Mayor, criticada por el renombrado arquitecto Enrique Norten en 2012, hasta el rescstsble Paseo Morelos, que terminó siendo un oasis para los bares  y restaurantes de políticos, todos los alcaldes parecen tener una obsesión enfermiza por las obras sin planeación al menos  personales.

El último capítulo de este circo es el famoso Corredor Matamoros, un proyecto que Román Cepeda arrastra desde su primera temporada como alcalde. En teoría, debía modernizar 400 metros de calle, pero en la práctica se ha convertido en un ejemplo de despilfarro y opacidad. Con un costo de 22 millones de pesos por un tramo que no llega ni a las cinco cuadras, es como si cada metro lineal estuviera pavimentado con oro, o al menos con las ilusiones de los torreonenses.

El contrato ML-062-2023, asignado a TCC Obras e Infraestructura S.A. de C.V., es un monumento a la opacidad. No incluye anexos técnicos como catálogo de conceptos o precios unitarios, ni identifica al representante legal de la constructora. Aunque se mencionó una Licitación Pública Nacional, nadie sabe quién participó, cómo se evaluó o por qué se eligió a TCC, alcanzando un nivel de transparencia comparable al de un truco de mago. Además, se entregaron 7.25 millones de pesos como anticipo sin ningún mecanismo claro de fiscalización, lo que hace que los riesgos financieros sean tan grandes como las dudas que genera el proyecto.

Román Alberto Cepeda, quien parece estar más interesado en inaugurar su propia obra de teatro que en administrar la ciudad, se ha negado rotundamente a transparentar los detalles del contrato. Mientras tanto, las sospechas de corrupción crecen dándole  armas  a Attolini para  levantar la voz con un mensaje claro: “22 millones por 400 metros es un insulto para las familias de Torreón. Esto huele a fraude”. Sin embargo, queda la incógnita de si Attolini terminará como aquellos activistas que criticaron el Paseo Morelos y luego acabaron en la nómina de Zermeño. Así se cierra el ciclo eterno de la política torreonense.

El Corredor Matamoros es más que un tramo de concreto; es el símbolo de cómo se gobierna en Torreón: con derroche, opacidad y una buena dosis de cinismo. Mientras seguimos esperando sombras para las plazas y mejores calles para las colonias, el sol sigue quemando, tanto como las dudas que deja este proyecto.

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