Entre la apatía y las muertes: ¿De qué se ríen en Torreón?

La sonrisa de la Mona Lisa cambia dependiendo de cómo se mire. Algo similar sucede con la imagen que los políticos proyectan. Lo que parece serenidad, simpatía o incluso humildad, muchas veces oculta una compleja red de intenciones y estrategias. Es como si se tratara de una máscara cuidadosamente diseñada para encubrir lo que en realidad está sucediendo tras bambalinas. Esta es la imagen que la política en Torreón nos ha dejado a través de la reciente fotografía del alcalde, Román Cepeda, posando con su gabinete.

El problema no fue la foto en sí, sino el momento en que se tomó. Mientras se compartía esta imagen de camaradería y buenos deseos, las redes sociales estaban desbordadas de lamentos por la muerte del joven árbitro agredido en una cancha de fútbol, quien finalmente perdió la vida. Un hecho trágico que sacudió a la comunidad y que, para sorpresa de muchos, el alcalde no conoció hasta que lo vio en las noticias.

Y claro, la duda se sembró rápidamente. ¿En serio? ¿El alcalde se enteró de un evento brutal ocurrido desde el sábado y por los medios? A este punto, las reacciones de los «malpensantes» se hicieron escuchar: ¿de verdad no estaba enterado de un hecho tan grave? Si no lo sabía en tiempo real, ¿por qué no se activó ante la crisis? Y ahí es donde las estrategias políticas empiezan a perder su brillo.

Justo en este doloroso panorama, llama la atención que en la fotografía del alcalde se nota la ausencia de un personaje que debería ser clave: Pablo Fernández Llamas, director de Inspección y Verificación del municipio. Según testimonios de sus propios inspectores, el funcionario es conocido por su falta de compromiso, su ausencia durante operativos y, sobre todo, por no contestar el teléfono después de las 11 de la noche. Esta falta de atención y responsabilidad ha sido puesta en evidencia por las recientes peleas y disturbios en establecimientos, que han escalado de tal forma que ya se cobró la vida de una persona.

Para colmo, mientras este escenario se desarrollaba el pasado sábado, Fernández Llamas presumió que estaba en una boda, disfrutando del show de Belanova, mientras sucedía el incidente en la cantina Reyes, que involucró al mismo secretario en trámite del Ayuntamiento, Pepé Ganem. Lo peor es que, tras la viralización de las riñas y el reclamo de los ciudadanos, el municipio realiza clausuras que son solo para la foto. A los amigos, todo se «arregla» tras unos días; a los adversarios, en cambio, se les toman represalias. Un ejemplo claro es el caso del activista Gerardo Calvillo, hijo de los dueños del tradicional restaurante Danubio, quien a través de sus redes sociales denunció que el alcalde y su secretario del Ayuntamiento lo habían reprimido tras defender públicamente a las personas involucradas en la riña donde estuvo implicado Ganem. Esta no es la primera vez que este tipo de «actos de poder» se repiten en Torreón. A los opositores, siempre les llega el «recado» de quienes creen que la política se juega de esa manera: con represalias e intimidación.

En este escenario, uno no puede evitar preguntarse si realmente estamos viviendo una democracia o simplemente un «show» político donde todo se resuelve con sonrisas y posturas calculadas, pero donde el desdén por la ciudadanía y la falta de empatía son más que evidentes. De ese grupo quizás se salven dos, pero, ¿los demás de qué se ríen? ¿De la primera muerte producto de la violencia que está escalando en Torreón? Y no hablamos del crimen organizado como hace unos años…

Al final del día, la sonrisa de la Mona Lisa sigue ahí, imperturbable, pero todos sabemos que su misterio está en lo que oculta. Y en política, eso suele ser mucho más inquietante de lo que parece.

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