
¡Chingaqueditos y chingados! La política en modo cantina

Hay quienes dicen que en política lo importante no es tener la razón… sino no perder la calma. Pero para figuras como Román Alberto Cepeda y Gerardo Fernández Noroña, la consigna parece otra: del “chingue a su madre” al “chingaquedito”.
Del morenista es de esperarse, por su perfil irónico y estridente. Pero el priista no se queda atrás.
El 10 de abril quedó marcado para el alcalde de Torreón, Román Cepeda, quien protagonizó una conferencia de prensa que terminó siendo más viral que informativa.
Tan viral, que desde las cuentas oficiales del Municipio desaparecieron todos los rastros del evento, como si la frase “¡chinguen a su madre!” —dirigida a sus críticos— jamás hubiera salido de la Administración Municipal.
Pero los medios estaban grabando, y la ciudadanía, atenta, no lo olvida.
Porque cuando un alcalde se descompone en vivo, no lo entierran los medios. Lo entierran sus propias palabras.
Lo más grave no fue el exabrupto, sino el silencio posterior, como si borrar una publicación bastara para eliminar la indignación ciudadana.
Como si la arrogancia del gobierno cepedista fuera parte del manual operativo.
Este virus del poder sin filtro no es exclusivo de Torreón. Es una pandemia nacional.
Ahí está el senador Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado, quien no se quedó atrás en la carrera de despropósitos.
Ante las críticas por la filtración de jueces que han defendido a narcotraficantes en la elección del Poder Judicial, respondió sin titubeos, llamando “chingaqueditos” a los periodistas que cuestionaban el proceso.
Y remató con una frase que ya forma parte del archivo de la desvergüenza:
“Pues hasta en las familias, ¿a poco todos sus hermanos son castos y virginales?”
Claro, porque la justicia se elige como si fueran boletos de posada: si te toca un defensor del crimen organizado, pues ni modo, a la otra te toca uno decente.
A esta clase de políticos se les olvida que no están en una tertulia cantinera, sino en cargos donde el país se define… o se descompone.
Y lo que pasa arriba, se contagia abajo. Este jueves, en Torreón, el director de Atención Ciudadana, Cristian López —aquel exregidor morenista que dio el brinco al cepedismo y fue premiado con cargo en esta segunda temporada— recibió con hostilidad y hasta con policías a ciudadanos defraudados por la Notaría 45, quienes solo pedían respuestas, no desplantes.
Bajo la consigna de sus superiores, se le vio intentando disuadir a los quejosos de dirigir sus denuncias contra el Gobierno del Estado, impidiendo que explicaran una supuesta red de corrupción que —aseguran— parte desde Catastro Municipal. Y pensar que no hace mucho era empático.
En plena grabación, además, se le desdijo al tratar de defender a una agente municipal, alegando que fue ofendida verbalmente… pero la propia policía lo desmintió.
Como quien quiere tapar el sol con una pistola… y le falla la puntería.
Atención Ciudadana, irónicamente, debería ser la puerta amable del Ayuntamiento. Pero este jueves fue su ceño fruncido, estilo del séptimo piso.
La constante es clara:
A los políticos de todos los colores les estorba la crítica, les incomoda el cuestionamiento y les arde la memoria.
Y mientras más poder tienen, menos filtros les quedan.
Pero si creen que insultando, borrando y amedrentando se apagan los focos rojos, que se sirvan otro espresso: El horno social no está opciones de titulo
e se sirvan otro espresso: El horno social no está para berrinches.
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