
Torreón: política de emergencia entre aplausos y sonrisas chingativas

Tiempo al tiempo: en Torreón no hay plazo que no se cumpla, ni funcionario que no tropiece. Este viernes el Cabildo montó una función entre tragicomedia y farsa ensayada. Con aplausos forzados y caras largas entraron los “nuevos” protagonistas —aunque de nuevos nada tienen—: Eduardo Olmos Castro como Secretario del Ayuntamiento, Javier Lechuga Jiménez como Tesorero Municipal y, con la elegancia del que llega a su propio velorio, Óscar Luján Fernández ahora como Contralor. La oposición, enclenque y disciplinada, realizó señalamientos, pero terminó aprobando todo, justificando el voto como “acto de confianza”.
Cuentan los “malquerientes del primer piso” que antes hubo junta en la oficina del alcalde, un aquelarre con sabor a café recalentado. Ahí figuraron Luis Morales, directore de Movilidad pese a perder Vialidad y quizá pronto le adjunten Transporte; Víctor Navarro, directirede «tapaabaches» con arena; el regidor Raúl Garza, la sobrina» «todopoderosa», Angelina García, guardiana de secretos familiares. El toque jurídico lo dio Éder Farías, que arma expedientes como quien manipula dinamita. La consigna Dde la junta fue clara: aquí nada se mueve sin el “jefe” y sin la bendición de Saltillo.
La sesión fue procesión de circo. Román Cepeda entró al frente con Olmos y Lechuga; Luján, en cambio, llegó tarde, quizá todavía triturando papeles. El recinto estaba abarrotado de liderezas y asistentes de los “levantamanos”, más atentos a tomar fotos de sus regidores que a debatir. Olmos fue arropado como estrella noventera de grupo norteño: Hugo Dávila, Víctor Estrada, David Flores Lavenant y Jorge Abdala. También apareció Martha Rodríguez, directora del Centro de Justicia Municipal y esposa de Pepe Ganem, en cameo digno de telenovela. Mientras tanto, la “querida síndica” Natalia Fernández ensayaba su sonrisa discreta, de esas chingativas: la de quien disfruta la caída de un rival incómodo.
El plato fuerte: la despedida de Pepé Ganem, que en siete meses acumuló polémicas. Se fue acusando a sus críticos de “buscar reflectores” y cerrando “con la frente en alto”. Lo llamativo fue su salida: por la puerta de emergencia, entre aplausos . Su mensaje sonó a reproche para la oposición ausente —Antonio Attolini incluido—, pero también a dardo contra el fuego amigo, léase: Natalia Fernández. En Torreón, los reflectores no se buscan: se encienden solos y exhiben tropiezos.
El relevo de Olmos y Lechuga confirma que Torreón se gobierna cada vez menos desde aquí. Olmos aterriza como virrey lagunero, con más peso político que cuando fue subsecretario regional, un cargo que ya se rifan: el exalcalde David Ruiz, Chuy Sotomayor —VIP del club de las 5 AM con Luis Fernando Salazar— o incluso Lavenant, su fiel escudero de Olmos. Ese puesto es puro membrete, pero lo importante no está en el papel: Saltillo dicta la partitura y Torreón toca el violín. Las piezas son locales, pero las manos que mueven están muy lejos.
