Adiós a “Vikingo”: muere un mexicano más en la guerra de Ucrania


Desde Ucrania, el fuego cruzado en Europa del Este hasta las salas diplomáticas de Washington, el conflicto entre Rusia y Ucrania no solo cobra vidas, sino que también redefine alianzas e ideales. En ese panorama, un grupo de voluntarios mexicanos —no más de una decena, quizá quince— lucha en defensa del pueblo ucraniano.

Hoy, reportan la probable muerte de “Vikingo”, un joven originario de Sonora que se incorporó como combatiente voluntario.

La despedida

En su grupo de WhatsApp de voluntarios mexicanos en Ucrania, “Vikingo” se despidió con esperanza y camaradería:

“Mis hermanos, hoy salgo a visitar Rusia, espero regresar con bien y platicar con ustedes.”
“En unas horas empieza mi misión, deséenme suerte.”

Sus compañeros respondieron con palabras de aliento:

“Mucha suerte hermano, que Dios te bendiga y acá te esperamos.”
“Ahuevo.”
“Mucho éxito compa, aquí te esperamos al regreso.”

Horas después, una publicación en Facebook anticipó la tragedia:

“Te fuiste mi hermano, te voy a extrañar mucho. Voy a cumplir lo que me pediste…”

En el chat, el silencio dio paso a la sospecha amarga:

“Es probable que Vikingo haya muerto.”
“¿Mexicano? 😥”
“Sí. Está aquí en el grupo. Nos avisó que iba a misión el jueves.”

Entre idealismo y hermandad

En agosto de 2024, se confirmó el fallecimiento en combate del guanajuatense Carlos Jesús González Mendoza, de 20 años, el primero oficialmente reportado entre voluntarios mexicanos en Ucrania.

Con “Vikingo”, la cifra de compatriotas muertos se extiende, aunque sigue siendo marginal frente a los cientos de miles movilizados por grandes contingentes internacionales.

Lo que sí es vasto es el dolor compartido y la fraternidad forjada a miles de kilómetros de casa. Para los voluntarios, cada caída duele, pero también fortalece:

“Los mexicanos que estamos en la invasión rusa somos buenos amigos de armas y hermanos de guerra.”

Pese a todo —la distancia, el desarraigo y el riesgo de no regresar—, defender al pueblo ucraniano les da fuerza para seguir de pie, aun cuando signifique no volver a su país.

En paralelo: diplomacia en movimiento

Mientras “Vikingo” libraba su último combate, en Washington otra batalla se gestaba, esta vez en los salones diplomáticos.

15 de agosto de 2025. El presidente Donald Trump se reunió en Anchorage, Alaska, con Vladimir Putin. Aunque no hubo acuerdos concretos, el exmandatario estadounidense sugirió que Ucrania podría ceder territorios como Donetsk, Luhansk y partes del sur, a cambio de congelar el conflicto.

18 de agosto de 2025. Tres días después, Trump recibió en la Casa Blanca a Volodímir Zelenski, acompañado de líderes europeos clave. El ucraniano insistió en que no se puede ceder territorio y pidió garantías de seguridad similares a las de la OTAN.

El encuentro, más cordial que la ríspida reunión de febrero, mostró un Trump conciliador pero ambiguo. Entre bastidores, persiste el riesgo de que la diplomacia termine privilegiando concesiones territoriales, algo que la Constitución ucraniana prohíbe.

Entre la vida y el mapa

Cada caída, como la de “Vikingo”, grita al vacío. Representa un ideal y un acto de valentía desde la marginalidad. Al mismo tiempo, en los corredores del poder, se negocia sobre mapas y territorios que corresponden a esas vidas.

La diplomacia busca la paz —con concesiones o sin ellas—, pero quienes combaten en el frente saben que la guerra se mide en cuerpos y en rostros, no en líneas fronterizas.

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