El alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, enfrenta una serie de obstáculos que van más allá de los problemas políticos locales. En lugar de batallar con adversarios ideológicos, su salud se ha convertido en un desafío tangible, marcado por la aparición de cálculos renales. Este malestar, según los médicos, sería consecuencia de una mezcla de deshidratación, estrés y una posible acumulación de enojo. Sin embargo, su ausencia por motivos médicos ha desatado especulaciones, especialmente cuando coinciden con tensiones derivadas de las filtraciones sobre sus actividades recientes. Mientras tanto, en el escenario político, se sigue debatiendo la composición de su gabinete, con nombres y ambiciones en juego que podrían cambiar el rumbo de la administración local.
El alcalde de Torreón, Román Cepeda, l parecer, ha encontrado más piedras en su camino que las que hay en el lecho seco del Nazas. Y no hablamos de obstáculos políticos, sino de piedras reales: esas que se forman en los riñones y que, según los doctores, suelen ser el producto de una combinación de mala hidratación, estrés y, en este caso, tal vez hasta una dosis de enojo acumulado.
La noticia de su ausencia temporal por razones de salud no pasó desapercibida, y mientras algunos aseguran que fue una licencia involuntaria, otros cuchichean que sus corajes recientes con las filtraciones de sus negocios ocultos le han pasado factura. Esos «negocios» -de los que todos hablan, pero pocos se atreven a detallar- incluyen una larga lista de compromisos pendientes, como definir quién ocupará las piezas clave de su próximo gabinete.
Una de esas piezas es la Secretaría del Ayuntamiento. Hasta hace poco, el puesto parecía destinado a Martha Rodríguez, mejor conocida en los pasillos del poder como #MissMatlachinaFifí. Sin embargo, las ambiciones no solo llegan hasta ahí: su esposo, José Ganem, quien se le vinculó como operador político que en la campaña de Román, también tiene aspiraciones. Su sueño, según cuentan, es dejar de cobrar «por debajo del agua» y asumir un cargo oficial, tal vez como jefe de gabinete. Pero aquí la cosa se complica, porque ese mismo puesto es deseado por Ariel Martínez, un peso pesado del grupo político diminuto del alcalde ausente.
Si las negociaciones no lo favorecen, al esposo de Martha le quedaría como premio de consolación ser el primer regidor oficial. Esto abriría la puerta a otro movimiento: que Luis Cuerda deje su puesto, permitiendo que Pepe, un viejo conocido de la administración de Eduardo Olmos, suba como titular.
Mientras tanto, Torreón parece navegar en aguas turbulentas. Entre las piedras en los riñones del alcalde y las piedras en el camino político, la ciudad se mantiene a la espera de ver cómo se reacomodan las piezas en el tablero. Lo que es seguro es que, con tantos intereses en juego, los corajes -y tal vez las piedras- seguirán acumulándose