
Chocolate derretido y tuberías rotas: la dulce mentira coahuilense

Prometían una dulce renovación… y hasta envolvieron su evento con el símbolo de bienvenida: el “chocolate del bienestar”. Pero el Consejo Nacional de Morena terminó sabiendo a cacao rancio. Lo que pintaba para ser una degustación ideológica acabó como sobremesa indigesta, servida en platos de porcelana en el hotel Barceló, sobre Paseo de la Reforma. ¿Movimiento del pueblo? Solo si el pueblo reserva en cinco estrellas.
En la cocina de la 4T, el caldero ya no huele a transformación, sino a un brebaje espeso de lealtades forzadas, ingredientes caducos y recetas que ya no convencen. Desde la trastienda, alguien muy guinda le echaba más obediencia que transparencia, más culto que crítica. La política ya no se cuece a fuego lento: se recalienta entre discursos reciclados y alianzas sobrecocidas.
Adán Augusto López reapareció con intensidad de novela turca, negando al “Comandante H” como Pedro negó a Jesús, rodeado de escándalos que huelen a moho político y con su expediente tabasqueño siguiéndole como sombra con mal aliento. Aun así, lo recibieron con aplausos, gritos y la clásica frase de autoengaño colectivo: “¡no estás solo!”. La amnesia selectiva ya es ingrediente oficial.
Un día antes, Claudia Sheinbaum —la chef en turno— seguía atrapada entre innovar el platillo o repetir la receta obradorista. Primero negó investigaciones contra Adán; luego lo puso a defenderse. ¿Autonomía real o solo técnica de marinado político? Entre lo dicho y lo cocinado, el menú dejó más dudas que certezas.
Mientras intentaban dorar a Adán sin quemarlo, Alfonso Durazo pidió unidad con la sobremesa de siempre: “Con el pueblo todo, con la doctora todo y con la 4T hasta donde tope”. Pero con topes como estos, hasta el chocolate amargo se atraganta.
En Coahuila aún falta para meter las manos en la cocina, pero el 2027 ya huele a preámbulo. Luis Fernando Salazar se resigna a preparar su propio platillo rumbo a la alcaldía de Torreón, mientras Cinthia Cuevas la apuntan —otra vez— a una diputación federal. A Diego del Bosque, por su parte, es mantenido ocupado promoviendo el chocolate institucional en redes, como si eso endulzara el caos. Shamir Fernández sigue buscando casting en otra mesa de la 4Ttras el colapso de su cocina política en Durango.
Y desde el Senado, Cecilia Guadiana —a quien buscarían enviar por Saltillo— prefirió lanzar una cucharada ácida: “Sonrío más recorriendo municipios que en el Senado”. ¿Indirecta o confesión? Antonio Attolini, otro resignado, parece listo para lanzarslo por una diputación local en 2026, y aprovechó sus redes para soltar: “Mucho escritorio de los dirigentes arruina la mística militante de nuestro movimiento”. Traducción: ya no creemos en sus cuentos de renovación. Y peor: algunos ya ni siquiera fingen.
Y entre tanto teatro, cabría —por mínimo decoro político— militantes hacen un llamado que, aunque parezca ingenuo, es urgente: Presidenta Sheinbaum, deshágase de los narcopolíticos cuanto antes. Solo así podrá convocar a una verdadera unidad en torno a su gobierno, capaz de enfrentar amenazas externas con respeto, cooperación y soberanía real. Porque si no limpia la cocina, no habrá cena que aguante.
Morena quiso montar una exhibición de fuerza… y terminó mostrando las fracturas en su vajilla. El movimiento que decía ser del pueblo ahora parece más preocupado por mantener el buffet… que por renovar el menú.
La guerra por el poder ya empezó.
Y el chocolate de la esperanza… se está derritiendo.
Agua Saludable… o saqueo estructural
En La Laguna, cuando una obra pública desaparece sin aviso, sin sellos, sin responsables visibles… ya sabemos qué pasa: o ya se vendió o ya se está saqueando. Con pala, retroexcavadora… y factura.
Esta semana, en el ejido La Concha, a orillas del río Nazas —ese que sobrevive entre embalses y discursos reciclados— vecinos documentaron el desmantelamiento silencioso de infraestructura del proyecto federal Agua Saludable para La Laguna. Nada de supervisión ni brigadas, pero sí maquinaria trabajando entre sombras. Donde hubo tuberías, hoy hay hoyos. Y donde hubo promesas, hoy hay silencio y peligro.
“El proyecto se lo están llevando”, advierte el fotoperiodista Omar Enríquez, vecino del lugar. Recuerda que en la última venida fuerte del río, la carretera entre La Concha y La Conchita se debilitó: “Las orillas se desmoronaron… y ahora con lo que están haciendo las cribas, el río se está comiendo los caminos”. Le preguntaron a las autoridades del ejido. ¿Respuesta? No saben nada. Nadie autorizó nada. Nadie se hace responsable. Ni siquiera saben quiénes son los que están trabajando.
¿Y el gobierno? Bien, gracias. Expertos hidráulicos y en seguridad no dudan: “No es legal”. A falta de Estado, hay retroexcavadoras.
Mientras tanto, en el ejido La Unión —según medios locales— ya reciben 100 litros por segundo de agua “saludable”, aunque apenas un 20 % del caudal total proyectado, para evitar que las tuberías viejas colapsen. Se anuncia con bombo que llegará pronto a colonias como Ana… pero ¿qué pasó en La Concha? ¿Por qué allá parece que desinstalan lo que apenas empezaba?
La respuesta flota, turbia: no hay licencias visibles, ni información clara, ni una ficha técnica a la vista. Ni rastro de Cuentas del Norte, empresa favorita en tramos del proyecto. ¿Ya revisó Claudia Sheinbaum el expediente? ¿O aún se guía por los informes bonitos que le mandan desde Torreón en fax y photoshop?
Agua Saludable fue un proyecto heredado de Peña Nieto, reciclado por AMLO y convertido en plataforma de continuidad política. Pero su ejecución parece seguir otra lógica: agua para algunos, polvo y arsénico para los demás. Lo que prometía sanear, ahora enferma con cinismo y opacidad.
Porque aquí, el agua no se privatiza…
se negocia en lo oscurito.