
A Fernandito lo mataron por mil pesos, pero los «austeros»gastan millones en lujo

¿Cuánto vale la vida de un niño en México? A veces, apenas mil pesos.
Fernandito tenía cinco años. Soñaba con ser grande, jugaba a dibujar el mundo y traducía con gestos y palabras la vida de su madre, joven y con discapacidad. Un día, ella pidió prestados mil pesos. No pudo pagarlos. Por eso, le arrebataron a su hijo. Lo torturaron. Lo mataron.
El velorio fue una fotografía dolorosa de un país roto: un ataúd blanco, flores marchitas antes de tiempo y una madre sin lágrimas, con un grito atrapado en el pecho.
Ella pidió ayuda al DIF y a la policía de Los Reyes La Paz, Estado de México. No hubo respuesta, ni una llamada, ni un intento. Silencio, abandono e indiferencia: tres sellos que hoy marcan la firma de un Estado ausente.
Mientras una madre perdía a su hijo por no poder pagar mil pesos, en otro México —el de los viajes VIP y los discursos de austeridad franciscana”— el poder se paseaba en primera clase y ropa de marca.
La austeridad franciscana es un concepto que Morena adoptó como bandera desde 2018. Inspirada en la vida humilde de San Francisco de Asís, supuestamente implica vivir con lo mínimo indispensable: sin lujos, sin privilegios y sin derroches del erario. En teoría, sus funcionarios debían viajar en clase turista, usar transporte público, vivir en viviendas modestas y no gozar de escoltas o vehículos de lujo.
En la práctica, muchos líderes de Morena la han convertido en un eslogan vacío: un adorno en discursos oficiales, mientras sus estilos de vida siguen marcados por viajes exclusivos, hospedajes costosos y privilegios que contrastan con la pobreza de millones de mexicanos.
Ahí está Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente y “vicelíder” de Morena, hospedándose en el Four Seasons de Tokio.
Ahí está Ricardo Monreal, degustando en exclusivos restaurantes de Madrid.
Ahí está Gerardo Fernández Noroña, viajando en primera clase y desplazándose en camionetas Volvo de lujo.
En Coahuila, el lujo también se pasea sin rubor. El tamaulipeco Américo Villarreal Santiago, delegado de Bienestar en esa entidad, utilizó al menos 25 veces un avión privado entre el 31 de enero y el 25 de marzo de 2025 —aproximadamente uno cada dos días— acumulando 31 horas con 57 minutos de vuelo, con un costo mínimo estimado en 797 mil pesos. Todo esto ocurrió mientras la presidenta Claudia Sheinbaum y la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, aseguraban que los vuelos privados “no son parte de nuestro movimiento”.
Por otro lado, la pareja de Américo, Cecilia Guadiana, senadora e hija del finado Armando Guadiana, también rompió con la austeridad que Morena pregona, al ser vista con zapatos que cuestan 33 mil pesos, un gasto que desafía la justa medianía que el partido promueve.
Otro caso ostentoso es el de Antonio “Tony” Flores, diputado del PT y aliado de Morena, quien presume dos camionetas Lamborghini y un reloj Patek Philippe de casi 4 millones de pesos, mientras su familia recibe contratos millonarios de la CFE. En redes sociales prometió “donar” su sueldo a personas necesitadas, en un intento por curar la herida pública.
Como ellos, otros “juniors” de Morena en Coahuila conforman una élite política que gasta en accesorios lo que para otros significa sobrevivir.
Este es el paralelismo brutal:
En un México, mil pesos son una condena de muerte para un niño.
En el otro, mil pesos se gastan en una propina, en un postre importado o en la funda de un celular.
Fernandito no debería ser solo otro nombre en la lista negra de víctimas. Su muerte debería ser un espejo incómodo para un gobierno que se dice cercano al pueblo, pero vive como si gobernara para sí mismo.
La austeridad franciscana que prometieron no llegó a las calles de Los Reyes La Paz. Llegó a los discursos, a los spots y a las frases de ocasión. Mientras, en la realidad, madres siguen abandonadas, niños siguen muriendo y el dinero público se sigue evaporando en viajes, cenas y lujos.
Mil pesos: la deuda que mató a un niño y que algunos gastan sin pestañear en un antojo de viaje o en un accesorio de moda. La indignación no puede quedarse en declaraciones; la justicia no se hace con discursos, se hace con acciones.
Porque en México, nadie debería morir por mil pesos…
y nadie debería vivir del pueblo para gastar como rey.
