Anécdotas de video reportero frente a los campos  de exterminio

Las imágenes de las familias de desaparecidos que este sábado se unieron al luto nacional por el campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, evocan inevitablemente los campos de exterminio en Torreón y otros puntos de Coahuila, lugares tristemente conocidos. Desde mi experiencia como videoperiodista, documenté estos escenarios de horror. Aunque no suelo escribir en primera persona, considero necesario compartir mis apuntes y relatos de lo que viví detrás de cámaras.

En mi cuenta personal de Facebook he contado cómo, de niño, soñaba con ser corresponsal de guerra al ver noticias sobre el conflicto en Bosnia y Herzegovina (1992-1995), sin imaginar que estaba decretando un destino similar.

Nueva México, en Torreón: Entre Zetas y Chapos

En abril de 2014, dos años después del supuesto «inicio de la recuperación del tejido social» en Torreón, acompañé a mi entonces jefe en Siglo TV, Luis Guillermo Hernández, a la colonia Nuevo México, uno de los puntos estratégicos en la lucha del narcotráfico en la región. Mientras él platicaba con el entonces director de Prevención del Delito, José Ganem, mi instinto periodístico me llevó a recorrer por mi cuenta el lugar. Aunque se planeaba «restaurar» la colonia, los testimonios que obtuve revelaron el horror que allí se había vivido no mucho tiempo atrás.

Frente a la cámara, los vecinos narraron cómo los cárteles se apoderaron de sus hogares, transformándolos en cuarteles, escenarios de muerte y campos de entrenamiento. Los muros todavía exhibían graffitis con los nombres de grupos criminales,  un recordatorio del dominio que ejercieron en la primera década del siglo XXI. Los mismos vecinos nos guiaron a través de un laberinto de historias dolorosas. Aunque la colonia fue posteriormente pintada con colores llamativos y algunas familias regresaron, esas capas de pintura no lograron ocultar las heridas. Desde el teleférico que atraviesa la ciudad, este lugar parece una postal colorida, pero bajo esas capas persiste el dolor.

Patrocinio, el exterminio bajo el sol en medio del desierto

Cuatro años después, en otro punto de La Laguna, documenté el campo de exterminio del ejido Patrocinio, en San Pedro. Este lugar, al igual que San Fernando y Allende, se convirtió en una referencia nacional e internacional como uno de los campos de exterminio más grandes del país. Fue gracias al colectivo Grupo Vida, integrado por familiares de desaparecidos que se convirtieron en rastreadores, que este sitio fue descubierto.

Bajo un sol implacable y con temperaturas que superaban los 35 grados, en compañía de mi colega Lupita Miranda, presenciamos cómo personas como la señora Silvia se transformaban en investigadoras y arqueólogas improvisadas, diferenciando con cuidado entre restos humanos y animales. Su labor, llevada a cabo con recursos limitados, era tan desgarradora como heroica. En el ambiente, aún se respiraba la muerte.

Allende: El peso del pasado y el miedo presente

Otro lugar que me tocó documentar fue Allende, gracias a la colaboración con el Colmex y la grabación de documentales para colectivos de familiares de desaparecidos. En 2017, junto a la videoperiodista Verónica Rivera, nos dirigimos a registrar ese sitio que, con el tiempo, se convertiría en escenario de series televisivas.

Llegamos acompañados por una de las fundadoras del colectivo Alas de Esperanza. Desde el inicio, la incertidumbre y la tensión se sentían en el ambiente. Nuestra guía estaba visiblemente nerviosa, y una patrulla municipal nos seguía de cerca. Al descender del vehículo para captar imágenes de las casas destrozadas por el narcotráfico, nos enfrentamos a una de las escenas más desoladoras que habíamos registrado.

La señora nos dejó en el lugar, y la patrulla permaneció detenida a unos metros. A pesar de que la tragedia ocurrió en 2011, el miedo aún era palpable en cada rincón. Sin protección y ante la presión del ambiente, decidimos abandonar el sitio rápidamente. Las heridas de Allende no solo persisten en sus ruinas, sino también en el aire que sigue cargado de temor y dolor.

Ni estas letras ni las imágenes capturan el verdadero dolor que emana de los relatos de los testigos. Las palabras son insuficientes para transmitir la angustia, el miedo y la desolación que aún habitan en esos lugares. Queda, sin embargo, el deber de contar estas historias, de no permitir que el silencio sea cómplice del olvido. Porque detrás de cada casa destrozada, de cada terreno convertido en campo de exterminio, hay vidas arrebatadas, familias destrozadas y una sociedad marcada por la impunidad. Testimoniar es resistir, y resistir es no dejar que esta realidad sea borrada para no volver  a repetir.

Un comentario

  1. Qué asco de gobierno!
    Pero nosotros tenemos la culpa.
    Hasta que no apostemos por una buena educación y mandemos a la fregada al narco gobierno, éste México cada vez estará peor.

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