Unidad de papel: PRI Coahuila «madruga»a sus lideresas, Morena en pose y la salud mental olvidada

El bastón que las bases aún sostienen

¿Todavía quedan priistas de convicción? Sí, pero no en las oficinas con aire acondicionado, sino en las calles y ejidos donde lideresas levantan la voz contra la “unidad de papel” que la dirigencia del PRI intenta imponer. Mientras los «de arriba» reparten planillas desde el escritorio, en Matamoros hay simpatizantes como Kenia Jiménez quien advirtió que ignorar al campo y a los liderazgos naturales es firmar la sentencia del tricolor. Su mensaje, respaldado por militantes, dejó claro que la base no está pintada ni callada.

El dedazo bajó con sello. Órdenes sin consenso, comités impuestos y rostros reciclados: los mismos candidatos de siempre. En Torreón acusan a l a dirigente municipal Verónica Martínez mueve hilos y siguen arrastrando figuras como Mario Cepeda y familia, desfilando como si nada pasara. El PRI juega al ajedrez con piezas marcadas, pero cada movimiento lo acerca más al jaque mate. No hay renovación, solo repetición: un circo donde los dueños del espectáculo se reparten la taquilla mientras las trapecistas sostienen la carpa.

En Torreón, más de mil 500 seccionales se llenan con planillas hechas a conveniencia. Sin urnas ni debate, solo acomodo de cargos. El resultado: fisuras en sectores como el de Lety Castaños, donde incluso hubo manifestaciones. Militantes, hartos, cargan un cascarón vacío. El sello de Martínez es claro: centralismo, control y acuerdos en lo oscurito. El PRI no necesita enemigos externos; se autodestruye con su desprecio hacia quienes lo mantienen vivo.

La paradoja: la 4T también está fracturada. Las seccionales de Morena se alinean con Luis Fernando Salazar, Shamir Fernández tantea irse solo con el PT y el PVEM vaga sin rumbo, como el PAN. Ese caos debería ser oportunidad del PRI, pero insiste en marginar a sus lideresas, las mismas que tocan puertas y arrastran votos. Si ellas deciden soltar el Bastón, el tricolor caerá con estrépito y nadie en la cúpula tendrá fuerza para levantarlo.


Juntos, pero no revueltos

En política, algunos se parecen más a niños de primaria que a tribunos de la República. Así se comportaron los morenistas coahuilenses durante el primer informe de Claudia Sheinbaum en el Parque Las Maravillas, en Saltillo: juntos, sí… pero cada quien por su lado.

Desde temprano desfilaron, algunos todavía con la resaca de la cabalgata en Sabinas. En un grupo se acomodaron Alfonso Cepeda, Magaly Hernández, Jacobo Rodríguez y Antonio Attolini. En otro, los “herederos”: Cecilia Guadiana y su prometido, el tamaulipeco Américo Villarreal. Más allá, Luis Fernando Salazar, Diego del Bosque y Alejandra Salazar. Para las fotos de redes fingieron unidad: sonrisa ensayada y brazo en hombro.

La escena alcanzó tintes de concierto pop. Cuando la presidenta pasó cerca, corrieron a las vallas como fans de Shakira para lograr la selfie presidencial. Eso sí, los senadores en fórmula, Luis Fernando y Cecilia, se cuidaron de no coincidir en el mismo cuadro.

El gran ausente fue Ricardo Mejía, diputado plurinominal por el PT, quien prefirió marcar distancia, arrastrando con él a su ahijado —todavía morenista— Shamir Fernández. En su lugar apareció el regidor Gabriel Francisco, discípulo de Shamir, como mensajero de recados. Tampoco se vieron representantes de la CATEM, confirmando que algunos prefieren medir tiempos antes de exponerse al reflector… o al desprecio presidencial.

Unidad de papel, fotos de ocasión y mucho disimulo: Morena en Coahuila juega a ser bloque compacto, pero lo suyo sigue siendo un recreo con alumnos peleados.


Salud mental: el vacío que mata

En Torreón, Jaime, un hombre de 39 años, llegó a la Clínica 16 del IMSS tras intentar quitarse la vida. Con heridas en las muñecas, bajo un brote psicótico y fue sedado y atado, horas después logró soltarse y subir al techo. La “estrategia” de seguridad federal y bomberos fue lanzarle agua. Resbaló, cayó y sufrió daño cerebral. Hoy está internado en la Clínica 71, mientras su familia evalúa consecuencias legales.

El problema no es solo el error humano: es la ausencia total de protocolos en crisis de salud mental. Ni oficiales ni médicos actuaron con técnicas adecuadas. Lo que debió ser atención profesional terminó como espectáculo improvisado, con la fuerza sustituyendo a la empatía.

El caso desnuda algo más grave: la falta de una red real de apoyo social. El CISAME Torreón apenas funciona: sin citas, sin psiquiatras y con médicos que no cumplen jornada completa. La estigmatización, el abandono institucional y la indiferencia convierten a personas en crisis en símbolos de caos, cuando lo que requieren es contención y tratamiento digno.

Jaime no solo cayó de un techo: cayó en el vacío de un sistema que lo dejó sin alternativas. La reflexión es clara: cualquiera puede atravesar una crisis. Sin protocolos sólidos, personal capacitado y una sociedad más empática, la salud mental seguirá siendo la deuda más grande de los gobiernos… y de todos nosotros.

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