
Cuando la pipa calma los pleitos: Cepeda sobrevive”

Pasó junio, pasó julio y hasta la primera quincena de agosto, y el alcalde de Torreón, Román Cepeda, seguía de pie. Los rumores de su salida se esfumaron como humo de pipa en los pasillos de la burocracia: los especuladores callamos y los “carroñeros” tendrán que esperar. Quienes ya pudieron respirar son los funcionarios municipales que aseguran su quincena… y, por extensión, también los ciudadanos. Una tregua que los detractores no pedían, pero que todos agradecemos.
Tras los días oscuros en que el gobernador citó a Román Cepeda en el Palacio Rosa y estalló el conato de tensión con el fiscal Federico Fernández —episodio que derivó en el relevo del mando de la policía municipal—, aquel trago amargo se transformó en abrazos, fotos y baile. La ocasión fue la boda del propio fiscal, celebrada este sábado en Saltillo, en el exclusivo Salón Villa Ferré, donde se reunió la plana mayor de la política coahuilense, en especial de la capital, y uno que otro torreonense. El alcalde, su esposa, Ariel Martínez y su primo, el presidente de Canirac, Eduardo Nieto, no quisieron perderse la fiesta. También apareció Carlos Rangel, subdelegado de la Fiscalía en La Laguna.
Como aquí anticipamos, desde agosto el gobierno estatal y el municipal trabajan nuevamente de la mano, algo que incluso se presume en las redes sociales del Ayuntamiento como si de un idilio político se tratara. Rescataron la obra del Centro Cultural del Norte, casi como si un pacto celestial hubiera intervenido.
Ahora la pregunta es: ¿cuánto durará esta tregua? ¿Y qué pasará con el único poder que al grupo Saltillo le falta por controlar: el Judicial, hoy bajo la conducción del lagunero Miguel Mery Ayup y su “nuevo modelo democrático”? Mientras tanto, el baile sigue, las sonrisas son obligatorias.
Porque en Torreón y en Saltillo, hasta la política más amarga puede terminar en un vals, un brindis y la promesa de que todo seguirá igual… aunque con fotos más bonitas.
Un consejo no pedido: los verdaderos asesores recomiendan al alcalde hacer un corte de caja y revisar a sus funcionarios de primer nivel. En ese círculo sobran las zancadillas y abundan los de piel de serpiente repartiendo manzanas podridas. El ejemplo más claro es el jefe de Comunicación, Yohan Uribe, y su segunda, #LadyFayuca, quienes continúan generando tensión interna. Hoy concentran sus esfuerzos en buscar información que filtrar contra directores: ahora van contra Víctor Navarro, director de Baches, con quien Uribe arrastra cuentas pendientes desde que casi llegan a los golpes. Este par de comunicación tiene ya sus medios donde filtrar —como los de Martha Rodríguez—, por lo que cada vez son más las direcciones que arman sus propios equipos de comunicación ante la desconfianza: Tribunales, Obras Públicas, Urbanismo, Servicios Públicos, Inspección y Atención Ciudadana. Muy pocos siguen confiando, salvo las campañas personales del gerente de SIMAS con su “Bobe” y el de Desarrollo Económico con su “TH”.
La dinámica de colaboración entre gobierno estatal y municipal se agradece, sobre todo frente a la amenaza de violencia que vuelve a tocar la puerta desde la Laguna de Durango. Sin embargo, mientras los líderes políticos bailan y posan para fotos, Torreón enfrenta cierres de empresas. La tregua política debería enfocarse en resolver esas problemáticas; la administración municipal necesita equilibrar la gobernanza con la atención a la ciudadanía, evitando que la percepción de normalidad maquille una realidad adversa.
En Torreón y Saltillo, incluso la política más amarga puede transformarse en un vals, un brindis y fotos más bonitas. Pero detrás de la sonrisa y de la tregua temporal, los desafíos estructurales permanecen: conflictos internos, inseguridad, fuga de inversión y control parcial de los poderes.